“...Un lugar tan delectable, tan bello y tan isla”, palabras de Santiago Rusiñol, refiriéndose a El Terreno ¿Tan “isla”? Pero ya no se ve el mar. Una cortina de hoteles y edificios de apartamentos impiden su visión, necesaria para que una isla sea, realmente, “isla” ¿Qué es El Terreno? ¿Qué era El Terreno? Gaston Vuillier nos da su impresión de finales de siglo: “...Por un camino polvoriento llegamos a El Terreno, que es una especie de barriada o suburbio de casas de campo y a donde van a veranear los habitantes de Palma; cada casa tiene un jardincito sombreado por higueras y adornado con flores. Un bosque espeso de pinos de Alep rodea El Terreno y acompaña el camino que sube hasta el sombrío castillo de Bellver. Las olas vienen a morir en las rocas que forman la base de la colina de El Terreno, desde donde se puede gozar, al mismo tiempo, del bello panorama de la ciudad, de la inmensa bahía y de las costas lejanas.”
No le extrañe pues que ocurriera con este minúsculo paraíso lo que nos cuenta Bartomeu Barceló Pons, lo que ocurrió entre 1930-1936:
“... Un turismo residencial, con estancia prolongada superior a los cien días que, si bien en parte se hospeda en establecimientos hoteleros, en su mayoría vive en casas particulares alquiladas. Este tipo de turismo da lugar a la aparición de un conjunto de servicios propios: así, por ejemplo, la colonia británica que se instala en El Terreno, lleva consigo la instalación de una capilla anglicana, un club británico, un conjunto de servicios comerciales con productos de consumo típicos.” Así resulta que El Terreno “antiguo lugar de veraneo de la clase media inferior de Palma, se convierte en un barrio turístico, no sólo por sus instalaciones de hospedaje, explotadas, en su mayor parte, por alemanes, sino también, porque es el preferido por el turismo británico con estancias prolongadas y que reside en casas alquiladas”..
De aquel Terreno al Terreno de hoy … Pero le comprendo, no tiene sentido añorar aquello que nunca se ha poseído. El Terreno, hoy, es lo que a usted le interesa. Si hace aún muy pocos años el tranvía llegaba hasta allí o no, si el amanecer era un cielo limpio para los pájaros, si el silencio permitía escuchar sirenas de barcos...
La galería de personajes ilustres que han vivido en El Terreno está densamente poblada: actores, artistas, escritores... De “Mingo Revulgo” a Paul Lukas, Camilo José Cela y Gertrude Stein, que compartió la casa con su amiga Alice B. Toklas.
Adelante. Llegaremos a “S'Aigo Dolça”, al “Barbarela”; la puerta de El Terreno, ya a un paso de su centro: la plaza Gomila. “Barbarela” de Palma es el primer eslabón de una cadena que se ha quedado un poco corta. En cualquier caso, este primer eslabón, considerado individualmente, es lo suficientement sólido como para fijarse en él. Fue la primera gran discoteca palmesana y su decoración, la ordenación de su espacio, su orientación, no sólo han sido imitadas con mejor o peos fortuna, sino que en su momento -año 1969- cambió tan radicalmente la concepción mallorquina de lo que debe ser una discoteca que muchas anteriores cayeron en el error -y algunas en el acierto- de modificarse para semejársele en lo posible. Enorme, organizada un poco a la manera de un teatro romano, sigue siendo hoy una de las más populares discotecas mallorquinas. A pesar de que: su instalación y sus servicios iniciales se han deteriorado lentamente, sometidos, como están, a una clientela frecuentemente tumultuosa; mantener abierto todo el año han obligado a hacer unas concesiones que han modificado la primera imagen del local; todo ello ha repercutido en la calidad del conjunto: aceptable, en cualquier caso, y muy por encima de la media que ofrecen las discotecas del país. Público heterogéneo y precios a la medida de bolsillos en vacaciones y alojados en residencias de dos estrellas. El decorador de “Barbarela”, Regàs, es un profesional de larga y brillante carrera: los dos “Bocaccio” (de Barcelona y Madrid) son obra suya, así como el “Revolution” de Lloret de Mar...
Delante de “Barbarela”, el “Zeppelin”, un bar agradable, cómodo y acogedor, y una singular sala nocturna, el “Bavaria” de aire tirolés.
Y ya, de aquí, a Plaza Gomila, un solo paso. Quizá haya oído hablar de esta plaza, y es posible que, al llegar a ella, sufra una decepción. Pero los mallorquines le llamamos Plaza Gomila a esta plaza, a la del Mediterráneo y al callejón que las une. Ya ve, nada del otro jueves, pero la densidad de expendedurías de evasión alcanza unos límites de presumo difícilmente superables. Se trata, en expresión que no presenta novedad ninguna, del corazón de la noche mallorquina, un escaparate abigarrado de modas, piernas, bustos, actitudes y comportamientos. ¿Protagonistas? Imposible señalarlos: del suboficial de oficinas militares a la go-gó girl temporera, del pluriempleado en negocios amorosos al cura joven camuflado, de la amante de un músico negro al matrimonio que celebra aniversario, del chico hippioso que fabrica cinturones de cuero a la hija del magnate del petróleo. El multicolor espectáculo que le es dado contemplar desde la terraza de cualquiera de estos bares, una noche calurosa de verano, sólo se da aquí, en la Plaza Gomila. Por lo demás, sepa que bares y discotecas los hay para todos los gustos y para casi todos los bolsillos.
En la misma Plaza Gomila, el “Tito's”, una sala de fiestas con espectáculos de categoría internacional y con una espléndida terraza sobre la bahía. Ambiente de aquel que se ha convenido en calificar de selecto. Gente de etiqueta. “Tito's” es una de las salas de fiestas mallorquinas con más solera. Puede decirse que hasta hace no muchos años era ella sola un 30 por ciento de la Plaza Gomila y de todo El Terreno. La figura de su conserje uniformado ya forma parte del paisaje nocturno de la plaza. A su lado “Socaire” y “La Rueda”, dos discotecas que cuentan lo suyo en el reparto de clientela de mayor poder adquisitivo. Encima de “Socaire”, el “Bora-Bora”, bar y restaurante de especialidades indonesias. De camino hacia la Plaza de Mediterráneo, un gran restaurante, palabras mayores, cenáculo de “gourmets”, el restaurante quizá más digno de consideración de toda las isla: “El Patio”. No tan caro como otros de inferior categoría en Madrid o Barcelona. Al placer de una cocina digna de los mejores elogios, se une el contemplar los cuadros de Tito Cittadini. Sigamos.Más bares y restaurantes. He aquí “Don Gomilo”, agradable, cómodo, diríamos elegante y, también, pequeño museo de pintura: en las paredes de “Don Gomilo”, el dueño, Josep Pinya, director, asimismo de “Sala Palaires”, ha colgado algunas muestras de su fabulosa colección de arte moderno. Enfrente, el “Sara's Pub”, que perteneció a Sara Montiel. La actriz, ya lo saben ustedes, lleva algunos años residiendo en Mallorca y las revistas del corazón le aseguran sentimentalmente unida a José Tous Barberán, exdirector del diario “Última Hora”. El negocio ha ido a parar a manos del ex-futbolista Hugo Villamide.
“El Rodeíto”. La discoteca de la élite indígena y de cierta élite internacional, por la que han desfilado cientos de personajes del “gran mundo”. Una de las discotecas con más “tono” de la ciudad. Más popular y más juvenil, “El Rodeo”, justo al lado. Y ya en la Plaza del Mediterráneo, el “Samantha's”, un restaurante con una cocina notable. Cocina francesa en “Le petit café”, decoración a la “belle époque”. Finalmente, el “Sgt. Peppers”, que marcó toda una época de la vida nocturna de los años sesenta, y cuya adaptación a los nuevos gustos de la juventud la sigue manteniendo en candelero. Una de las discotecas más concurridas y animadas de la Isla, sin duda, y una de las mejor organizadas, es un pequeño motor de la Palma “by night”.
Como es lógico, la Plaza Gomila impulsa la actividad turística de una extensa zona poblada de bares, restaurantes, discotecas. En la calle de Calvo Sotelo son especialmente interesantes el “Tiffany's”, discoteca, y “La Polilla”, un bar al estilo de los que en el país llaman hippiosos, aunque esta apresurada clasificación olvide muchos matices. “Zhivago”, discoteca en la calle Teniente Mulet, que había pertenecido a los componentes del conjunto The Animals. En esta misma calle, “La Trattoria”, uno de los mejores restaurantes de este tipo con que cuenta la ciudad, y el bar “África”; en la calle Bellver, la pizzería “El Terreno”.
Ya ha podido ver que no nos hemos detenido en todos los establecimientos de bebidas y comidas, en todas las discotecas: he aquí lo que no debe hacer en El Terreno. Para conocerlo a fondo, para entrar en contacto con su variopinta población, es aconsejable no trazar planes previos: es mejor entrar o salir de un local según el humor, el momento, la compañía. Una rápida mirada basta para descubrir el local adecuado a estas circunstancias: El Terreno pone a su disposición un abanico de posibilidades suficiente para cubrir todas sus necesidades de evasión, de fiesta, de juerga, casi todas sus apetencias. También aquí volverá más de una vez, por supuesto, y a distintas horas del día y de la noche, cada una de ellas con su aire especial, con su carácter definido. En contraste con el ritmo frenético de Calvo Sotelo y Plaza Gomila, sabrá apreciar , sin duda la delicia de paseaar por las estrechas calles de este barrio: Dos de Mayo, José Villalonga, La Salud, Luis Fábregas, cualquier día de estos, a media tarde, aprovechando su visita turística al castillo de Bellver, el más importante observatorio de la bahía. Castillo, mandado construir por Jaime II, no tiene tras de sí una brillante historia bélica. Sólo es destacable su asedio por los agermanados en 1521. En él sufrió cautiverio y perdió la salud Melchor Gaspar de Jovellanos, que escribió aquí páginas memorables como las epístolas “A Posidonio” y “A Bermudo”, su “Paráfrasis al Salmo Iudicamen, Deus”, su famoso testamento de 1807, su descripción del castillo, a la que añadía algunas reflexiones acerca del destino que le imaginaba en tiempos pasados:
“... en otro tiempo y situación, ¡cuán diferentes escenas nos presentarías estos salones, hoy desmantelados, solitarios y silenciosos!¡Cuál sería de ver a los próceres mallorquines cuando después de haber lidiado en el campo de batalla o en la liza del torneo a los ojos de su príncipe, venían a recibir de su boca y de sus brazos la recompensa de su valor! Y si la presencia de las damas realzaba el precio de esta recompensa, ¡qué nuevo entusiasmo no les inspiraría y cuánto al mismo tiempo no hincharía el corazón de los escuderos y doncellas, preparándoles para estas nobles fatigas, bien premiadas entonces con solo una sonrisa de la belleza! (…) Tales ideas, o si usted quiere, ilusiones se ofrecen constantemente a mi imaginación...”
Al igual que esta otra visión del castillo:
“Alguna vez, al volver de mis paseos solitarios, mirándole a la dudosa luz de crepúsculo cortar el altísimo horizonte, se me figura ver un castillo encantado, salido de repente de las entrañas de la tierra, tal como aquellos que la vehemente imaginación de Ariosto hacía salir de un soplo del seno de los montes para prisión de un malhadado caballero!”
Es difícil hallar una explicación a la progresiva severidad que le fue aplicada en sus seis años de cautiverio (de 1802 a 1808), que venía seguido de un año en la cartuja de Valldemossa. En Bellver llegó a verse privado de realizar unos ejercicios físicos impuestos por su médico; y a cada petición de libertad seguía un endurecimiento de las ya precarias condiciones de su condena. El edificio tiene la forma de anillo, cuatro torres, y corona una colina de pinos, de indudable encanto. El castillo alberga un museo de notable interés que reune piezas importantes, como el busto, en mármol blanco, de un Emperador romano, así como las estatuas que pertenecieron al Museo de Raixa, procedentes de excavaciones efectuadas en Calabria. De las excavaciones llevadas a cabo en Alcúdia, la Pollentia romana, procede un mosaico romano y la colección de piezas numismáticas, cerámicas y bronces allí guardados.
Desde aquí, usted puede ver perfectamente la catedral y, al lado, el palacio de la Almudaina; pues bien, quizá le guste saber que el palacio y este castillo estaban unidos por un complicado pasadizo subterráneo, que fue interrumpido por la construcción, en el siglo XVIII, del actual cauce final de Sa Riera.
En el cauce seco de este torrente se trabajaba el esparto, aún no hace muchos años. Un día, tres niños fueron a curiosear y, sin dejar rastro, desaparecieron durante tres días. Cuando la condición de desaparecidos permitía hacer esperar lo peor, los tres niños aparecieron … aquí, en el castillo.
Por cierto, que aquí cerca, a pocos metros del edificio, está la entrada de unas enormes galerías subterráneas que, durante la pasada guerra civil, fueron empleadas como polvorín militar. En la actualidad, el uso que se hace de ellas es más pacífico: son el almacén municipal en el que se guardan automóviles cuyos dueños se desentendieron de ellos; y, también automóviles y mobiliario producto de embargos.
Por supuesto, la contemplación del museo le interesará vivamente. Y unida a la panorámica de la bahía de Palma, justificará su visita al castillo. Andar y desandar el camino a pie es un ejercicio que le aconsejo aunque tenga que efectuar la subida en varias etapas. Los descansos que se tome serán reconfortantes y le compensarán ampliamente del cansancio, si es que lo llega a sentir.
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