Por consecuencia del éxito triunfal que obtuvo el entonces joven pintor pollensín don Lorenzo Cerdà en la Exposición Universal de Barcelona, al merecer el máximo galardón por la obra presentada "Los Honderos Baleares". Lorenzo Cerdà trabó amistad con Santiago Rusiñol. Éste vió algunos lienzos de Mallorca tratados por nuestro artista y quedóse realmente maravillado. Tanto que se decidió en realizar un viaje a nuestra isla con anhelo de emborracharse de tanta belleza, luz y color.
Así fue el motivo del descubrimiento. Y Rusiñol, siempre que podía hacer una escapada, venía a Mallorca para vivir y sentir el contubernio de esa isla maravillosa, que si la Madre Naturaleza supo acicalarla, la mano del hombre, en las postrimerías del siglo de la luz, trata, consiguiéndolo, convertirla en un verdadero adefesio.
Rusiñol, once años después de celebrada la Exposición Universal, pudo convencer a su Sra. esposa e hija María para que le acompañaran a Mallorca. Tenía imperioso anhelo. La isla le había fascinado hasta el extremo de, si no querían acompañarle, estaba dispuesto en abandonarles para siempre. Pero su única hija, María, pudo por fin convencer a su madre y a bordo del vapor "Lulio", después de una travesía "muy marinera", arribaron por fin a la isla. Fuéronse a Ca'n Barnils y por la tarde, guiados por la élite de amigos de pecera de Ca'n Tomeu, ya tenían apalabrada una casa en El Terreno, en la misma Plaçeta. El administrador de la misma era el Sr. Pinto, profesor de música, era Maestro de piano de El Terreno. Su domicilio, también en Sa Plaçeta, casa enorme. Hacía esquina, con la calle de la Nube, dominaba el mar y la bocana del puerto, gracias al respeto de servidumbre de vista, siendo la casa que habitó Rusiñol como la convecina, verdadera balconada mediterránea gracias a que el vecino de atrás, era D. Cayetano Fuster Flores, propietario de los grandes almacenes de tejidos. Ca na Maria de's Cego, de Palma.
Huelga decirlo. Rusiñol con su señora esposa e hija María, quedáronse al punto prendados, hechizados, y todo cuanto epíteto sea necesario, para poder plasmar, aquella bendición de Dios que fue nuestro caserío. Debo consignar que el joven pintor Mir, íntimo de los Rusiñol, se quedó a vivir con ellos.
La esposa del profesor de piano, Sr. Pinto tenía con ellos a su hermano Sr. Terrassa, magnífico Retratista. Sus óleos de reconocida fama. Doña María Rusiñol, en su libro "Santiago Rusiñol vist per la seva filla", define a Terrassa como un tipo sumament curiosos. Tendría unos 50 años. Altísimo, esbelto, distinguido. Su cabello, lo poco que le quedaba, enteramente níveo. La barba también, blanca. Y sus ojos de un azul clarísimo. En verano, vestía traje blanco y su aseo era tal, que, de haber existido detergentes ninguno de ellos hubiera podido competir con él. Fou l'homo més net del mon. Y, de aquella pulcritud, en cuanto se inician las primeras lluvias septembrinas, os hablaré en otro lugar.
Font (imatge i text): Lluis Fabregas: Estampas de "El Terreno" Ediciones Cort, Palma 1974