SA PLACETA, BORNET DE EL TERRENO Y LOS INDIANOS VENIDOS DE ULTRAMAR

Si se tuviera que "humanizar" a nuestro riente caserío, dándole un cariz burócrata, su nómina alcanzaría fabuloso numerario, pues, entre bienios, quinquenios, pluses de todo género, más condecoraciones, incluido, el mismísimo General Weyler, con su Ducado del Rubí, fue, como sabéis el mayor acaparador de recompensas, ganadas por propio mérito. Pero El Terreno, en este aspecto, le quintuplicaría en creces.

Cuando la falda de Bellver y por tanto El Terreno del Real Patrimonio, comenzó a poblarse, yo creo que nunca hubieron labradores. Más bien, debían ser eremitas dedicados a la contemplación estática. Así, sus corrals y huertecillos ajardinados, tuvieron un no sé qué... de poderosa atracción y romanticismo.

Mucho antes de que España perdiera sus "provincias" de Ultramar, los mallorquines por aquellas tierras lejanas afincados, sintiéronse añoradizos. Habían ganado sus buenos dineros y, regresaron al país natal, y,¿a dónde mejor si no, que instalarse en El Terreno? Por ello, hiciéronse construir hermosas quintas del más puro estilo Colonial. Así, desde Manila, Bombay, Santiago de Cuba, Montevideo, Borinquen, Mayagüez, Santo Domingo, Veracruz y Buenos Aires. Aquellos Indianos que a fuerza de trabajar sabían por si mismos que el Sol sale para todos, tuvieron el acierto de saber hacerse respetar la "servidumbre de miras". Así, todos por igual pudieron gozar de aquel panorama y de la bahía palmesana y su Ciutat, al fondo, ¡Qué bien la habían suspirado desde lejos en su calidad de emigrantes!

Los sexagenarios tenemos idea de lo que fue sa placeta d'En Gomila. Por lo que a mí respecta, recuerdo perfectamente aquellas "semi-columnas" colocadas entre los poyos. Sostenían unas hídrias de idéntica factura de las del Born de Ciutat. Las de El Terreno fueron donadas por don Rafael Juan, industrial de material refractario y piedra artificial. Su fábrica "La Material" estuvo asentada junto al puente de San Magín. El señor Juan, abuelo paterno del propietario del "Hotel Nacional" tuvo su quinta de recreo en la calle Bellver esquina con la actual Calvo Soteloo. Siendo su hija doña Juana la única superviviente directa.

Ningún vestigio queda de lo que fue nuestra plazuela. El turismo le cambió su fisonomía peculiar. Lástima que no haya podido quedar en pie, algunas de aquellas quintas. Ni el más leve jardincillo cuajado de heliotropos, madreselvas. Bugambilias, jazmines y rosales trepadores. En su centro, presidía un surtidor y en él sobre un montoncillo de piedras brescades erigíase la figurita de un Indio de terra cotta. De por entre las plumas saltaba un hilillo de agua clara.

Leves murmullos de frescor en las tardes estivales.

Font:
"Estampas de El Terreno", Luis Fàbregas