Un nou article d'en Lluís Fàbregas qui narra la connexió entre Barcelona i Mallorca mitjançant el diari Última Hora.
Evidentemente, las gentes de antaño tenían mucha más afición a la lectura que la tiene hogaño. La prensa era mucho más amena. Por fortuna de las gentes no se habían inventado calamidades de ondas hertzianas, y estaba nuestra Roqueta, unida por un cable submarino telegráfico, cuyo "amarre" todos los sexagenarios lo han visto, yéndonos a Cala Major, just su baix, ses cases de's Puixét de So'N Lladó.
También el todo Mallorca y muy especialmente, los dos eternos rivales, El Molinar y El Terreno vivían mucho más, de cara al mar. Los de Levante amigos de hacer quatre calades. Los de Poniente amigos de berquetjà. La política estaba en buenas manos. Pues Mallorca contuvo los hombres que gobernaban la Nación, fuere cual fuere su ideología. La única censura que solía frenar a la prensa eran los temporales. Lo mismo si soplara de Mestral, Ponent o Tramontana. El cable solía averiarse y esto ocurría más bien por Sant Francesc y por la Purísima.
La prensa local rivalizaba por hacer de sus diarios el mejor manual hogareño. Precisamente fue el diario de la noche, "La Ultima Hora " que introdujo una innovación, muy del agrado de las féminas. Todavía no se había inventado el descanso dominical. "La Ultima Hora", los sábados, adjuntó un Suplemento en el que figuraban hojas literarias, juegos de salón, críticas de arte y piezas musicales incluido pentagrama, dedicándole al cancionero popular mallorquín un buen espacio.
La Colonia Mallorquina en Barcelona se las compuso para que el "cambré" de la Cámara de 2ª clase del vapor "Mallorca", fuere portador de "La Ultima Hora ", cosa que hacía, tres veces por semana. Solía dejar los encargos en la "Granja Royal ". Lo mismo estudiantes que residentes por varios conceptos en Barcelona, desplegaron grande actividad, recomendando muy especialmente la visita a El Terreno, bosque y Castillo de Bellver. Era algo así como el "ensanche" de ciutat, lugar de esparcimiento y Sanatorium, pues en su pinar, los pulmones recibían grandes dosis de savia de los pinos de Alepo. Los barceloneses dábanle suma importancia al tranvía de mulas, y nuestros compatriotas recalcaban a menudo que las casas de señores, tenían de ser muy "tronats” por no poder conservar su tronco de mulas.
Desde siempre aquel "El Terreno del Real Patrimonio", como se le solía denominar hasta final de siglo XIX conoce bien las reglas de la sana hospitalidad. La comunidad turística visitante se distinguía por Catalanes e Ingleses. Cabían otras nacionalidades, pero los de mayor peculio y más rumbosos fueron los anotados. Algún embrujo y fascinación debió contener nuestra barriada, si se tiene en cuenta que D. Santiago Russiñol, escribió en su "casita" de Sa Placeta, su magnífica obra "L'illa de la Calma" y a El Terreno, sus mejores epítetos.
Font (text): Lluis Fabregas: Estampas de "El Terreno" Ediciones Cort, Palma 1974
Imatge 1: Targeta postal que reprodueix una portada del diari Última Hora. Pàgina web de Todo Colección
Imatge 2: Interior de la Granja Royal de Barcelona Pàgina web de Todo Colección